VISIÓN SOCIO-CULTURAL DE LA ARQUITECTURA VENEZOLANA

Con el ideal de Juan Vicente Gómez (1908-1935) de convertir a Venezuela en una nación “Fuerte, vigorosa, culta y prospera” se pone en marcha el “Proyecto Nacional” no sin antes pacificar y crear nuevas vías de comunicación para tener mayor control del territorio. Para 1917 se comienza a exportar el petróleo el cual le permitió entrar en una bonanza económica convirtiéndose en el primer producto de exportación. Durante todo el periodo de la dictadura va a estar marcado por un cierto atraso que va a llevar a los historiadores a decir que Venezuela entró en el siglo XX a la muerte del dictador en 1935.
En este periodo, los intelectuales venezolanos van a estar influenciados bajo una corriente teórica del positivismo, donde intentan explicar la psicología del venezolano con base en la herencia racial y la influencia del entorno geográfico, aquí destacan las obras:

“Mosaico de Política y Literatura” de Luís A. López Méndez (1890).
“El Presidente” de Rafael Seijas (1891).
“El Continente enfermo” de Cesar Zumeta (1899).
“Primer diagnostico general del país” de Martín Frechilla (1911).


Pero será Laureano Vallenilla Lanz quien dará un cuerpo teórico al régimen para desentrañar una constitución natural, este se ve reflejado en su libro “Cesarismo Democrático” (1919) donde expone argumentativamente la razón del ser venezolano:

“Venezuela por ser un país en el cual no ha podido mezclarse armoniosamente las sangres indias, negras y españolas, se ha dado un proceso en el cual ha aflorado la anarquía ancestral que la caracteriza. Así bajo el efecto de factores profundamente arraigados en la biología de los venezolanos, su naturaleza tiende al desorden y en consecuencia, su evolución social, aún en proceso, se encuentra en estado de barbarie. Para acceder a la civilización el pueblo venezolano (ingobernable, violento y desorganizado) necesita la figura del “gendarme necesario” representado por regimenes de mano dura que lo haga entrar en cintura.” (1)

Tras la muerte de Gómez el país entra en una etapa de transición donde poco a poco se van dando las libertades de expresión y el establecimiento de una sociedad de tintes democrático, donde se cultivará los principales objetivos relacionados con el desarrollo y modernización del país, mientras tanto en la arquitectura predomina el eclecticismo, el neocolonial, el art déco y un moderno mas comprometido con lo epidérmico que con su responsabilidades conceptuales. Ya para 1941 con la decisión de emprender la reurbanización “El Silencio” se da inicio a lo que se llama la segunda modernidad en la arquitectura venezolana.

“Los temas vinculados a la ciudad, la reproducibilidad tecnológica y la vivienda mínima empieza a tener cabida. Así, la reurbanización de “El Silencio” significo la mas importante intervención del estado a escala urbana dentro de la ciudad de Caracas en lo que iba de siglo XX.”(2)

Durante este periodo se mantendrá como rasgo del venezolano una serie de valoración preponderantemente negativas, como lo refleja la revista “Tierra Firme” de 1953 donde una encuesta respondida por la mayoría de los intelectuales del país, sobre el tema “El Ser del Venezolano”, Maritza Montero comenta:

“Aun habiendo respuestas sinceras… lo que queda es todavía la argumentación racista que aflora a la superficie una vez más. La actitud contemplativa de los indios, la superstición de los negros, la fogosidad romántica del español, los venezolanos son principalmente llaneros a pesar de una población cada vez más urbana, violentos, apasionados, carentes de control, con muy poco aprecio por el pasado, irreverente, inconstante, individualista, desconfiado, escéptico, irresponsable. Oscilando entre el mesianismo, que llega a esperar todo del líder, y del igualitarismo (el más fuerte de los rasgos) que implica al individualismo y la carencia de jerarquía (una mucha más sobre el rasgo positivo). El predominio de lo negativo es evidente, un rasgo a la vez positivo y negativo… que es típico de este momento, es el humor, el espíritu satírico que se reconoce a los venezolanos pero que desgraciadamente, aunque signifique ingenio, esprit y capacidad para ver los aspectos alegres de la vida, esta signado por la superficialidad, la inconsistencia, la irresponsabilidad” (3)

Frente este discurso, con una marcada discriminación que va en detrimento del pasado considerando toda tradición como ignorante y de atraso, se levanta la opinión de Mario Briceño Iragorry a favor de un nacionalismo antipositivista y tradicionalista, este aboga a favor de la continuidad histórica, a lo que se le suma posteriormente la política de puertas abiertas que se convertirá en un proceso de mestizaje muy diferente a lo que históricamente se había producido (Indio, Negro, Español). A esto se le suma el portugués, el gallego, el italiano, el alemán entre otros, que se mezclara con el criollo. Venezuela se cristianizará entonces en un archipiélago de identidades que se exteriorizara en la ciudad moderna. A partir de aquí la arquitectura y la ciudad se convertirán en el reflejo de su sociedad tomando diferentes matices, el mismo Iragorry abogará de manera bucólica hacia una tradición que se desvanece, pero no si antes dejar clara su posición frente a la arquitectura moderna, que representa para él, destrucción, demolición y amnesia histórica.

“Nosotros nos hemos cuidado bien poco de defender los viejos signos de la tradición, lejos de velar por su permanencia y por su arraigo, hemos abierto los espíritus a todo viento de novedades, y del mismo modo, pongamos por caso, como fue demolida la elegante mansión de los condes de San Javier, para construir sobre sus ruinas el desairado y asfixiante palacete del Ministerio de Educación, así mismo hemos destruido en la zona del espíritu valores que hubieran podido ayudarnos en la defensa de nuestro patrimonio moral de pueblo” (4)

Utilizando los adjetivos de Briceño-Iragorry, en Caracas se destruyo un porcentaje considerable de los viejos “signos de tradición”. Pero también se había construido una gran cantidad de arquitectura de alta calidad, observándolo desde el presente, ahora esas construcciones se muestran como nuevos “Signos de Tradición Moderna”. Es importante destacar que durante la época de la “Vorágine Constructiva” no se desarrollo en el país ningún tipo de:

“Proselitismo, declaraciones o manifestaciones ad hoc para abogar por lo moderno, no se conforma un grupo o se instituye un movimiento de profesionales, quienes tampoco aportan elementos teóricos sustantivos respecto al estado general de la arquitectura en la época ó sobre nuevas tendencias”.(5)

Para cuando cae la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958 la Ciudad Universitaria se ha convertido en una clara referencia y en un importante punto de aprendizaje para los nuevos arquitectos formados en la escuela de arquitectura, adscrita a la facultad de ingeniería de la Universidad Central de Venezuela, que dió su inicio a la labor docente para 1944. A esto se le suma el retorno al país de arquitectos educados en el exterior que le darán nuevos matices a los contenidos académicos, también contribuye la llegada al país de libros y revistas especializadas en arquitectura.
En 1950 aparecerá el primer texto de arquitectura de real peso, editado en Venezuela e impreso en Paris, “Caracas de ayer y de hoy, su arquitectura Colonial y la Reurbanización del “El Silencio””. En el que Villanueva reflexiona sobre la arquitectura venezolana del periodo colonial, desde sus consideraciones tipológicas de los elementos que la componen.
Para 1945 se funda lo sociedad Venezolana de Arquitectura (S.V.A), todo esto evidenciaba la necesidad de crear espacios para la discusión de la arquitectura.
“Logrando darse una tímida reflexión teórica, que se ve arropada por un profesionalismo optimista acorde con el amplio campo de trabajo que por aquellos años había. Si uno de los lemas del Nuevo Ideal Nacional fue “Obras en lugar de Palabras”, la enseñanza de la arquitectura lo asume plenamente al insistirse en la formación de arquitectos mas ganados para la acción que para la elucubración”. (6)

Hasta este punto se ha realizado un bosquejo que enmarca en una primera instancia, la necesidad de definir la evolución socio-cultural, donde se inserta el arquitecto venezolano, para luego desde su profesión explicar las aristas de una disciplina que se despliega ante su propia historia (La Arquitectura). A partir de los años de 1960 que a nivel mundial se van a producir cambios importantes en lo político, social y cultural, entrando en una etapa reflexiva de la modernidad madura ó como es conocida de una posmodernidad. Esto afectaría a todas las disciplinas del conocimiento y en especial aquellas que involucran a las masas, en Latinoamérica el encuentro con lo auto reflexivo va a estar marcado por una prolongada amnesia colectiva, en el campo de la arquitectura Oscar Tenreiro nos comenta:

“El enorme peso que tienen las variables políticas en la forma de cómo nos aproximamos a la arquitectura, para hacerla o para discutir sobre ella. O para decirlo de otra manera, de cómo los acontecimientos políticos terminan definiendo el territorio en el que ha de moverse la discusión sobre arquitectura.
En efecto, la discusión desde argumentos político-sociológico predomino en toda la década del 60, y se hizo muy intensa en los tempranos 70, coincidiendo con la repercusión de los movimientos estudiantiles de Mayo 68 y la expansión del movimiento hipiie en Norteamérica y el mundo. En esos años examinar al arquitecto y su obra desde la perspectiva de la responsabilidad social; exigir en tono militante y dogmático que la enseñanza de la arquitectura tuviese como referencia permanente las necesidades de las mayorías.”(7)


Con estas preocupaciones en mente se moverá la arquitectura venezolana, también se comienza a florecer las primeras criticas de la mano de Juan Pedro Posani que para 1966 realizara una importante aproximación critica titulada “El Eclecticismo criollo” donde refleja su preocupación por los profesionales formados en métodos y sistemas orientados a las necesidades del presente. Posani es uno de los primeros que rechaza cualquier aproximación formalista de la arquitectura como punto de partida, su postura con un claro abordaje Marxista apunta a resolver los problemas nacionales.
“En Efecto, para él la arquitectura venezolana ha adolecido de una crónica debilidad ideológica y cultural, por lo que siempre se a privilegiado los problemas del lenguaje. No es de extrañar, por tanto, que una vez que se inicia la formación del arquitecto en el país, los jóvenes generaciones, inducidas al formalismo por sus propios profesores, se aboquen a una búsqueda frenética de lenguajes expresivos con los cuales identificarse”.(El Subrayado es mió) (8)

Estas posturas también se verán reflejadas en el “Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas”, fundada y dirigida (1964-1979) por Graciano Gasparini; que se convertirá en la publicación académica más importante que se hace en Venezuela, contando con prestigiosos teóricos, historiadores e investigadores internacionales que tenían en la arquitectura latinoamericana del presente y del pasado como eje de trabajo.
Tras estos años marcados por la ideologización y la demanda de una arquitectura mas realista con su contexto, los años ochenta y noventa se muestran como derivaciones de diferentes posturas criticas frente a lo que antes se exigía con el rigor académico y racional, ahora el vehiculo predilecto (hasta el día de hoy) es el articulo de prensa y notas cortas donde se gestan discusiones. Juan Pedro Posani sigue perenne, comprometido con su espíritu crítico (Ha publicado mas de 200 veces desde 1990 en el diario caraqueño, Economía Hoy) fomentando el análisis y preguntándose por el rumbo que ha tomado la arquitectura reciente.

“Ante el convencimiento, por un lado, que los jóvenes venezolanos no poseen una guía segura para diseñar y, por el otro, de que no todo vale, formula un planteamiento que tiene en búsqueda de la identidad la brújula en la posible fijación de rumbo. En este caso ya no se trata de una búsqueda afanosa y obsesiva de la identidad, sino mas bien desarrollo un mecanismos mas adecuados para saber reconocer cuando uno se topa con ella y de admitir que nunca se termina de materializar. De un planeamiento así ya no puede salir formulas prescriptitas, sino mas bien un plan de vuelo que incluso, puede estar sujeto a modificaciones” (El Subrayado es mió) (9)


A este importante debate se le va unir Alberto Sato, opinión que por defender otro punto de vista va a complementar el análisis de Posani. Sato parte mas de la diferencias que desde la identidad, más de la diversidad que desde la unicidad, apuesta hacia una sabia tradición de la cultura universal que rastrando infructuosamente entre los pliegues de las tradiciones.
Todas estas consideraciones y puntos de vista va a llevar a conformar poco a poco un cuerpo teórico, que desde diferentes ópticas se va abordar y juzgar la arquitectura en el país, ya para la década de los 90, Federico Vegas, Hannia Gómez, Edgar Cruz, Manuel López, Silvia Hernández de Lasala, William Niño y Oscar Tenreiro entre otros se convertirán en profesionales que desde notas de prensas, ensayos y catálogos de exposición realizara aportes importantes para comprender la arquitectura venezolana de fines de siglo XX. De este grupo Oscar Tenreiro ha desarrollado un registro escrito de su pensamiento teniendo en su bagaje epistemológico un programa que relaciona con el mundo del arte contemporáneo venezolano por su afán desmedido por precisar la cuestión de la identidad en términos conceptuales.


“lo específicamente latinoamericano de Barragán no esta únicamente,
ni siquiera sobre todo, en los rasgos de su lenguaje entendidos aisladamente como si se enumerasen las letras de un alfabeto, sino de manera particular como él los utilizo a partir de su sensibilidad personal. Aquí llegamos en realidad al punto donde se resuelve toda conexión profunda entre obra y cultura: en el artista y su capacidad de asimilar, de utilizar, de combinar lo que observa y convierte en experiencia”. (10)


Con estos dos enfoques de Posani y Tenreiro, de abordar la arquitectura, uno como un plan de vuelo que este sujeto a modificaciones” y el otro de “Utilizar, de combinar lo que se observa y convertirlo en experiencia”. Estas dos visiones se le presenta al arquitecto de hoy de manera compleja por la infinidad de procesos que ello representa a la hora de la praxis, donde el arte contemporáneo en su ínter-subjetividades desarrolla un vehiculo de posibilidades conceptuales, no pretendiéndose convertirse una lista de paso a seguir; si no todo lo contrario, que cualquier paso que se tome va a comenzar y a terminar en individualidades.

“No hay posible sistematización de lo popular, o mejor dicho, puede haberla para describirlo pero no para practicarlo, su disconformidad con toda sistematización de lo que en esencia surge espontáneamente o de forma natural en todo proceso creativo que se lleve a cabo con autenticidad”. (11)

Oscar Abraham


(1) Vallenilla Lanz, Laureano, “Cesarismo Democrático”, tipografía Garrido Caracas.
(2) Calvo Albizu Azier, “Venezuela y el Problema de su Identidad Arquitectónica”, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, Caracas.
(3) Maritza Montero, Ideología, alineación e identidad nacional, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela,Caracas 1997.
(4) Calvo Albizu Azier, Op. Cit.
(5) Idem.
(6) Idem.
(7) Tenreiro Oscar, Op. Cit.
(8) Calvo Albizu Azier, Op. Cit
(9) Idem.
(10) Tenreiro Oscar, Op. Cit.
(11) Idem.




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